Me he decidido a no dar más vueltas y animarme a encarar como quinto personaje directamente al que venía evadiendo: el temible inquisidor. El terror de Leonor y del Aleteísmo. El que no parará hasta arrojarlos a todos al infierno de la hoguera. ¿Qué hay detrás de tan terrible determinación?
He conocido distinto tipo de inquisidores en mis lecturas: desde el tipo que en el fondo es recto, convencido de que su lucha es justa, impecablemente fiel a sus propios principios, como nos presenta "Ars Mágica" de Nerea Riesco, hasta el tremendo hijo de puta que sólo usa su puesto para sentirse poderoso pero en verdad no es más que un psicópata, como el de "Historia del Rey Transparente" de Rosa Montero. Ambos son personajes plausibles, y que cumplen a la perfección su rol en sus respectivas novelas. ¿Cómo será el mío? En principio me inclino en general a que mis personajes tengan su justificación moral. Aún el más malo de todos, que si uno conoce su historia puedas entender sus motivaciones, y ponerte, aunque sea un poquito, en su piel.
Por otro lado, al tratarse de un personaje que será temido, e incluso odiado por los personajes principales, es lógico que estos sentimientos se transfieran al lector. Por eso necesito conocer muy bien a mi inquisidor en su personalidad compleja, en su propia historia, entender lo que lo mueve, aunque no pueda quererlo. Para eso voy a estudiar primero que nada a los inquisidores verdaderos. Me pongo ya mismo a leer los libros que tengo sobre la Inquisición, por historiadores, no por novelistas. Así me pondré en contacto "with the real thing" al fin y al cabo, tipos como éste, existieron de verdad. No hay nada que inventar. Sólo hay que descubrir. Estudiar me ayudará a derribar las barreras que me impiden ver como es mi personaje en realidad.
Porque sí, esto quería comentarles hace rato: me gusta pensar que mi historia existe en algún plano, y que yo no la estoy inventando, sino que estoy intentando descubrirla. Soy conciente de que esto es una ficción (no es que crea que de verdad sea así) pero es una ficción que sirve mucho a mi tarea artística. Me gusta creer en una relación entre obra y autor como la que tan bien ilustra Ursula Leguin en su "Lavinia". Cuando siento que algo lo estoy decidiendo, o lo estoy inventando, me pongo en alerta: voy por mal camino.
En cambio cuando "descubro" que tal o cual cosa "es así" lo siento dentro de mis entrañas, me emociono y sé que por ahí viene la cosa.
Es lo que me pasa por ejemplo con los nombres. Santiago es Santiago. Leonor es Leonor. Lo sé. Lo siento! Y tendrían que pagarme mucha plata para que cambie de idea al respecto (forma de decir) porque así es como ellos se llaman!!!
En cambio el nombre de Leslie lo inventé yo. Y no estoy convencida al respecto. Es como un nombre de repuesto que le puse para llamarla de alguna forma mientras espero a que me diga de una vez el verdadero. Hay como una nube pesada a veces entre mi mente y mi obra. Necesito relajarme y concentrarme para despejarla y hacer contacto. Es muy gratificante cuando estoy allí, y todo empieza a fluir, y veo desplegarse ante mí a ese mundo que quiero llegar a conocer a fondo para después presentárselo a mis lectores de la mejor manera que pueda.
Por eso, luego de leer sobre los inquisidores reales de la historia, me toca sentar al mío al diván y hacer que me cuente todo sobre él.
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